Nada es imposible para el señor Dinero, nada es imposible para el vendedor cómplice, perseguidor del vil metal y tambièn a los consumidores en busca de apaciguar su vacìo interior y otras miserias de nuestra oscuridad. ya no nos miramos cuando caminamos por la calle, parecemos autómatas, consumidores de objetos.
El otro día de frío extremo, fui de paseo a un lugar que no es de mi preferencia pero necesitaba salir, fui a un shopping, si se que caminé en círculo, hora, horas?, no le se, caminé como poseída e inhumanizada, como un caballo en una noria, a medida que lo hacía sentía, cansancio visual, auditivo, mis sentidos estaban contaminadose, y agotada me sentè y consumì. Logicamente, no faltaban lugares atractivos de bello diseño llamando a los hipnotizados seres poseídos a tomar, comer algo gratificante. Nunca mejor atendida, hasta me preguntaron mi nombre y al momento de darme lo que compré me llamaron por mi apodo, me sentí por primera vez, en esa eternidad, una persona, me invitó a sonreír y a saborear lentamente, sentada en un sillòn confortable mi exótico café, vaya a saber cuanto tiempo...
Y asì FELIZ, humana, volví a mi barrio de casas bajas tan aburrida como salì, pero sabiendo que no voy a volver.
Compré el café de la felicidad que luego digerí.
Desde la laguna del consumo
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