Todos nos damos los nùmeros.
Con cautela y respeto llamo, previo mensaje para no invadir la vida del otro, pero me canso de mandar mensajes hasta que me doy cuenta de que el otro no los quiere recibir.
Preguntas que surgen:
¿Para que me dijo que llame si necesito?
Si no invado y necesito, ¿ por què no contesta?
Estoy triste, no entiendo a las personas...
Me dicen que tengo que confiar ...
Lo que me proponen ¿ donde està?
Esperaba al tècnico de una hermosa computadora, me garantizò que venìa sin falta, dejè de hacer otras cosas para esperarlo...no vino, no contestò, no da señales de vida,¿ se habrà muerto?, el paseador de perros quedò en venir, despuès de acordar dìa y horario, no vino ¿ se habrà muerto tambièn?, tiene fijo y tiene celular, ¿ se lo habràn robado?, ¿ lo habrà perdido?.
Todos tenemos celular para comunicarnos, para no dejar al otro sin respuesta...pero no le contestamos, no tenemos en cuenta su llamado.
Aparece la palabra como algo vacìo, acompañada del silencio del que me importa... tal vez... o despuès contesto y la vida nos hace olvidar del que espera esa respuesta que puede o no mejorar su situaciòn.
En la era de la comunicaciòn estamos incomunicadamente silenciosos, que ironìa, que triste. El otro existe y està vivo, hasta que se muere... En la agónica espera de una respuesta...
Tengo ganas de llorar.
¿Para que sirve el celular?.
¿ Uno existe para el que no contesta?.
Cuanto se pueden modificar las pequeñas, grandes o medianas situaciones, con una sencilla y simple respuesta.
El poder de una palabra sencilla , el sonido de una palabra afectuosa o tranquilizadora nos da fuerza para no aflojar...
El silencio indiferente mata, ya lo dije en otra oportunidad.
Desde la laguna solitaria, en el desierto...pero con celular
Rocìo laguna
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